Alfagann es Flanagan by Andreu Martín & Jaume Ribera

Alfagann es Flanagan by Andreu Martín & Jaume Ribera

autor:Andreu Martín & Jaume Ribera [Martín, Andreu & Ribera, Jaume]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1996-02-29T16:00:00+00:00


7

Hay monstruos

Hay gente que dice que es mejor no hablar de estas cosas.

Dicen que no es un fenómeno tan frecuente como para darle tanta importancia. Dicen que solo le ocurre a quien se lo busca. «Esos agresores son locos a los que se les ve venir de lejos. Si no te acercas a ellos, no te ocurrirá nada». O dicen que solo ocurre en ambientes marginales, muy deteriorados. Y, además, no prestan mucha atención a lo que oyen. Aseguran que los niños tienen mucha imaginación, y con eso quieren dar a entender que dicen muchas mentiras.

Pero no es así.

Después de esta aventura, hablé largamente con el comisario Santos, del barrio, y él me proporcionó muchos datos sobre el tema. La policía tiene comprobado que, en este terreno, los niños nunca mienten. Pueden callar, por miedo, pero si hablan nunca mienten.

Y ocurre en todos los niveles sociales. Hay más víctimas de esto que de enfermedades infecciosas o envenenamientos. Un 19% de los adultos confiesan haber sido víctimas de ello antes de los 17 años. El 20% de los casos que llegan al Grupo de Menores de la policía corresponde a este tema. Y, por lo que respecta al pervertido, el perfil es tan amplio que se puede decir que no existen características definitorias de este tipo de criminales. Los ha habido de edades comprendidas entre los veinte y los cincuenta años, de todos los niveles intelectuales, licenciados y analfabetos, ricos y pobres. En más de un 50% de los casos, el agresor ha sido el padre o un pariente muy cercano.

Pero sigue habiendo gente que dice: «No, no hablemos de este tema. Es inmoral».

Lo han convertido en un vergonzoso tabú. Los prejuicios, la rabia e incluso el amor de los padres, mal entendido, convierten a la víctima en culpable. «¡Mira que te lo advertí! —gritan—. ¡Mira que te dije que no salieras! ¡Mira que te dije que no volvieras tarde a casa! ¡Mira que te dije que no te pusieras ese vestido!». Echan la culpa sobre la pobre chica o el pobre chico, cuando estos todavía no se han recuperado de la terrible agresión. En ocasiones, los más irascibles llegan a castigar a la víctima: «¡Pues ahora no volverás a salir nunca más!».

Y, después, «callemos, más vale no decírselo a nadie». Dicen que es preferible no hablar de lo ocurrido. Porque, «¿qué dirán los vecinos?». Porque «cuando lo sepan, tus compañeros de escuela te darán la espalda». Porque «tendremos que ir a vivir a otro barrio». Y el silencio, el miedo y la vergüenza hacen que no se denuncien todos los casos. Y, si las víctimas no denuncian, los agresores quedan impunes. Los agresores quedan libres para seguir haciéndolo. Y lo seguirán haciendo, porque no se conoce ningún tipo de rehabilitación para este tipo de criminales. Si no los denunciamos, continuarán haciéndolo.

Hay quien dice: «No hay que hablar de estas cosas, porque, cuanto más se habla de ellas, más ocurren». Y se basan en las estadísticas: «Mirad: cada día hay más casos».



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